Así pues, y resumiendo, parece que aunque vulgarmente, la palabra calidad suene bien sin necesidad de adjetivos ni grados, profesionalmente, la calidad de algo requiere juzgarse respecto de sus requisitos, sean estos necesidades, expectativas, requisitos legales, especificaciones de diseño, etc., y por tanto, no es un concepto tan simple como aparenta, pues requiere que alguien establezca los requisitos, que alguien trate de satisfacerlos con algo y que alguien compare el resultado con los requisitos, estableciendo el grado en que se cumplen.
Y quizás nos suena tan bien, pues cuando la oímos asociada a
algo, presuponemos que todo eso ha ocurrido ya, que alguien lo garantiza, o bien,
porque nos sentimos con la capacidad de juzgarlo nosotros mismos, comparando
los productos que nos ofrecen con nuestros propios requisitos.
Claro que lo que para un potencial comprador es de calidad
(buena calidad, se sobreentiende), para otro puede no serlo... o siendo de
calidad, puede serlo de una calidad inferior a la de otro producto, de mayor
calidad....
Esta ambigüedad del concepto, permite su uso indiscriminado por los profesionales del marketing, sin temor a ser juzgado por ello. De todas formas, cada uno de nosotros tiene un criterio propio acerca del significado de este concepto, que nos permite juzgar si lo que se nos ofrece como "de calidad", realmente satisface nuestras necesidades y expectativas.
Via | Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
(RAE)
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